¡Reina tú eres!,
llena de esperanza y amor.
Única entre todas las mujeres,
pero con un fuerte dolor en el corazón.
En tu rostro se refleja tu pena,
y en las dolorosas lágrimas que derraman tus ojos,
por la pérdida de tu hijo,
que es una injusta condena.
Tú mirada implora paz y esperanza,
triste y desolada se siente tu alma.
Confía en tu pueblo, que no te abandonará,
¡Madre mía! ten calma.
Con la bondad y ternura de tus manos,
sanarás las heridas y golpes de tu hijo,
aquel que está en la Cruz ¡entregando su vida!
por un destino cruel que así lo quiso.
Aunque inmensa es tú amargura,
cómo un resplandor de luz nos iluminas,
brindándonos tú dulzura por los caminos de la vida.
No existe palabras mi Señora,
que alivien tu llanto,
pero mi consuelo te acompañará
la noche del Jueves Santo.
María del Rocío Sánchez Betanzos.
